El día de ayer viví una de las experiencias más fuertes de mi vida. Un hombre sentado en un puente de mi ciudad que estaba a punto de aventarse al vacío, captó mi atención. Hice lo que cualquiera que hubiera detectado el peligro hubiera hecho. Me bajé del coche y desde abajo del puente le pedí que no lo hiciera. Coches iban y venían hasta que Benjamín, un chico repartidor que pasó por ahí, se unió a mi súplica. El chico del puente pasó de estar sentado en el barandal a colgarse de él. Entramos los dos en pánico y gritamos más fuerte. Vi una patrulla acercarse y llame su atención señalando la escena. La patrulla aceleró el paso tratando de llegar al puente de donde colgaba. En ese momento el chico no resistió más y se soltó. Benjamín usó su cuerpo y sus brazos como colchón y milagrosamente lo cachó. Arriesgó su vida por un desconocido. El chico que se aventó estaba consciente y con dolor. Benjamín le decía algo así como ” Yo estoy solo como tú pero hay que seguir y Dios está contigo”. Una vez que llegó la ambulancia, Benjamín se despidió y se fue a trabajar. Así sin más. Habiendo salvado una vida. Mi hoy amigo Benjamín me enseñó una lección de amor desinteresada por el otro, de humildad y de un gran, gran corazón. Fue el único que paró su camino y que arriesgó su vida por otro. La intención de ayuda abrió sus alas y le permitió cobijar y proteger a este chico de la muerte. Si algún día te encuentras en una situación así, piensa en mí amigo Benjamín y no te quedes inmóvil. Confía en que tu intención, será el viento que necesitan tus alas.